miércoles, 13 de mayo de 2009

UN CANTO A MI PUEBLO

Soy el cantor de mi pueblo; alma llanera, caminante de eternas mesetas; cóndor divino, amo y señor de los andes; brisa celestial, amante de extraordinarios mares. Elevadas montañas se jaranean con las nubes; ríos profundos glorifican mi tierra; bella es mi patria y abundante mi tierra
¡Viva el Perú... carajo!
Viva este reino sagrado y bendito de Pocras, Chancas, Waris y Ank’aras; Paracas, Mochicas, Nazcas y Huancas y de señoriales incas tahuantinsuyanos. Que viva la decencia del hombre andino; el heroísmo de los obreros y la dignidad de los maestros que con valor y nobleza forjan esta patria mía
¡Viva el Perú... carajo!
Que viva su sagrada hoja de coca la maca, la mashua y la papa bendita; que viva el maíz pan de los dioses, también el chuño, la quinua y la kiwicha. Que viva su sabrosa pachamanca con chicha de jora, sus alegres huaynos con fuga de cañazo; ¡en fin... que viva todo, todo, todo! Ah... y sobre todo sus bellas mujeres.
¡Viva el Perú... carajo!

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lunes, 11 de mayo de 2009

ANHELOS

Autor: Adolfo Ruiz Zanabria (Huancayo, julio 1985)
Quisiera empuñar el agua
y estrujarla hasta que discurra entre mis dedos
y pensar que en ese discurrir van discurriendo mis sueños;
y en cada gota de ellos, mis esperanzas.
Quisiera que desde el fondo de tu mirada,
descubras la tristeza de mi alma
y veas en esa tristeza
el vértigo de mi agonía.
Quisiera que a mi alma despedazada
por las oscuras penas de mi soledad
la veas volar melancólica,
buscando el fin de la eternidad.
(Y cuando descubras la tristeza de mi alma y mi alma despedazada se refugie en el fin de la agonía, quisiera… quisiera…)
Publicado en la revista “LIRCAYMANTA” Julio de 1985

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GUINDO BENDITO

Autor: Adolfo Ruiz Zanabria (LIma, marzo 2009)
Guindo bendito de fruto sagrado, germen de tierra noble, entre el cielo y el ande, entre el viento y la lluvia; deja que calme mi sed con la sangre torrentosa de tu fresco capulí, deja que aplaque mi hambre con el fruto vigoroso de tu primera cosecha.
Guindo divino de fragancia etérea, hijo primerizo del Apu eterno, nacido en limpia mañana de un febrero fecundo; deja que sosiegue mis penas con el canto silvestre de un zorzal lloroso, deja que mitigue mis ansias con la miel agridulce de tus hojas verdes.
Guardián humilde de tiempos andinos, reposado testigo de otoños perpetuos, de brisas celestes de trigo y maíz; ¿Sonríes siempre al verde prado y animan tus hojas al sol fugaz? ¿Pregonas siempre el dulce canto y el coronado vuelo de argento cuculí?
Guinda bermeja de pulpa sabrosa golosos labios de mi chola capulí, fruta púrpura de tempranero embrujo ¿floreces siempre en azulado cielo retando al frío y a la helada?
¿Te yergues siempre viviente y maduro en este tu cuerpo de verde esmeralda?
Gota de lluvia que preña la árida tierra, fuerza terrenal, sombra de ternura materna que silencia el hambre y la sed del andino peregrino, ¿No eres acaso, un canto al sol de mi gloriosa estirpe? ¿No se funden en ti, mi sangre rebelde con tu savia vigorosa?
En mis tardes seniles te añoro, ¡oh guindo amado! como el cómplice leal de mis secretos de huayno y yaraví. Y en las discretas noches de luna llena te recuerdo, refugiando en tu regazo la furtiva pasión de febriles amantes, que calman presurosos el fuego de su amor.
Quiero nacer y morir guindo frondoso devorando el polvo de tus hojas caídas, y vivir en tus ramas abrazado a los pájaros de granizo blanco, hasta la llegada de mi hora crepuscular en tanto tus raíces arañen la tierra hasta hacerla sangrar.

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